- autor: Ferrández Sempere, Diego
- Cirugía, Lumbar, Degenerativa
- 04 sep. 2013
Allá por el año 2002 comienza nuestra experiencia con una técnica actualmente bastante extendida: la artrodesis lumbar mínimamente invasiva. En aquellos inicios, ni siquiera estaba disponible el material que hoy utilizamos con asiduidad y hubimos de adaptar instrumental cervical para la zona lumbar. Poco despues, en 2003, aparece el separador de Foley (X-Tube) gracias al cual pudimos avanzar en el desarrollo y perfeccionamiento de la técnica.
En la actualidad, el uso técnicas MIS (minimally invasive surgery) está bastante extendido, aunque quizá no tanto como se imaginaba en el momento de su aparición, hace 10 años, cuando se previó que se convertirían en el estándar oro de la cirugía lumbar. Lo cierto es que a día de hoy no ha sido así y, aunque cuenta con numerosos defensores, también sigue despertando el escepticismo en otros sectores.
Los motivos esgrimidos contra de la técnica son múltiples: la preocupación por el alargamiento del tiempo de anestesia, la necesidad de entrenamiento específico, la excesiva necesidad de rayos X, la limitación de niveles que pueden ser abordados en un solo tiempo, la dificultad para extraer e implantar una cantidad suficiente de injerto óseo, la multitud de cicatrices necesarias, el similar resultado a largo plazo.... Pero no son menos los motivos de los defensores: el entrenamiento correcto acorta el tiempo quirúrgico y el uso de rayos X hasta la normalidad, los nuevos materiales permiten abordar muchos niveles a la vez, los injertos sintéticos sustituyen perfectamente al propio del paciente, el sangrado disminuye mucho, los tejidos sanos sufren menos, la recuperación inmediata es más rápida y la musculatura permanece indemne a largo plazo.
Personalmente he llegado a la consclusión de que las técnicas MIS son de gran utilidad en determinados casos, bastante frecuentes, pero no deberían hacer que el cirujano haga depender toda su estrategia terapéutica de ellas. Las técnicas MIS deben ser consideradas como un arma más de nuestro arsenal y ser utilizadas en los casos en que REALMENTE van a significar una ventaja para el paciente.
La experiencia del cirujano es crucial en este tipo de operaciones, ya que la introducción de los tornillos pediculares se realiza exclusivamente bajo control radioscópico, sin visualización de estructuras anatómicas. En casos de obesidad, la visión radiológica empeora mucho en quirófano, pudiendo llegar a ser muy arriesgados estos procedimientos no sólo durante la colocación de implantes, sino también durante el tiempo de descompresión del canal, debido a la gran profundidad del canal de trabajo que empeora la visibilidad y maniobrabilidad del cirujano.
Es indudable que el traumatismo muscular con MIS es mucho menor, por tanto, la recuperación a corto plazo es más rápida. A largo plazo, el respeto de la musculatura también es una ventaja, puesto que no aparece tejido cicatricial-fibroso, el cual impide un normal funcionamiento de las cadenas musculares. En cuanto al sangrado, que se propone como una de las grandes ventajas de la MIS, lo cierto es que no lo es tanto, ya que la cirugía abierta actual no es habitualmente sangrante.
En conclusión, las técnicas MIS aportan grandes ventajas en la recuperación inmediata de muchos pacientes, sin embargo, no todos los problemas quirúrgicos de la espalda pueden ni deben resolverse con MIS. La comodidad del cirujano en cada procedimiento y el sentido común deben anteponerse a la idealización que no pocas veces hacen de estas técnicas tanto los pacientes como algunos cirujanos.
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